Seguro que muchas has pensado que pierdes el tiempo durmiendo. Frecuentemente pensarás que los minutos del reloj que pasas dormido podrías aprovechándola con un montón de cosas… Como por ejemplo, para aprender un nuevo idioma. Recientemente, las investigaciones del sueño han estado centradas en la consolidación y estabilización de los recuerdos que habían ocupado tu mente, pero en pocas ocasiones se ha puesto a prueba el aprendizaje de uno mismo durante tu sueño.
Sin embargo, sí que está demostrado científicamente que la información que aprendemos cuando estamos despiertos, se repite en el cerebro cuando estamos dormidos. La repetición fortalece los rastros de nuestros recuerdos que aún están frágiles y sirve para procesar toda la información que hemos adquirido recientemente a nuestro conocimiento.
Cuando dicha reproducción de la información en nuestros sueños sirve para mejorar el almacenamiento al estar despierto, entonces, podríamos barajar la posibilidad de que se genere un procesamiento inicial de la nueva información que obtenemos mientras reposamos, quedándose el recuerdo en nuestra mente. Más aún, si se trata de un sueño placentero que te provoca un aumento de energía en el cuerpo. Para ello, necesitas asegurarte una buena almohada que se encargue de garantizarte un descanso, así como de un buen edredón nórdico que haga que duermas a la temperatura adecuada.
Así mismo lo plantearon para su investigación Katharina Henke, Marc Züst y Simon Ruch, integrantes del Instituto de Psicología y de la Cooperación para la Investigación de Interconexiones “Decodificación del Sueño” en la universidad suiza de Berna. Gracias al mismo, han demostrado que las nuevas palabras extranjeras y su propia traducción al idioma común podrían asociarse durante una siesta.
Una vez despiertos, los participantes podrían incluso reactivar las asociaciones que se habían formado durante los sueños, para así acceder a las palabras extranjeras con las palabras en nuestro idioma que se han reproducido. La revista ‘Current Biology’, que publica el estudio del que hablamos, verifica lo documentado.
La investigación se centró en examinar si una persona dormida puede formar nuevas asociaciones semánticas entre palabras de diferentes idiomas reproducidas, denominados como “estados ascendentes”.
Cuando alcanzamos el sueño profundo, nuestras células cerebrales, se encargan de coordinar la actividad y suelen estar activas durante un breve periodo de tiempo antes de, ellas también, mantener un breve estado de inactividad.
Las asociaciones semánticas que se producen entre palabras interpretadas de diferentes idiomas se codificaron y almacenaron. Poniendo un ejemplo, cuando una persona escuchó los pares de palabras en idioma extranjero-propio, tras despertarse, categorizó con una precisión casi óptima, siendo mejor en las palabras con significado de algo grande (como un elefante).
Uno de los autores, Marc Züst, declaró: “Fue interesante que las áreas del lenguaje del cerebro y el hipocampo, el centro de memoria esencial del cerebro, se activaran durante la recuperación del vocabulario aprendido durante el sueño porque estas estructuras cerebrales normalmente median el aprendizaje del nuevo vocabulario. Estas estructuras cerebrales parecen mediar en la formación de la memoria independientemente del estado de conciencia prevaleciente: inconsciente durante el sueño profundo, consciente durante la vigilia”, aclara el investigador. Simon Ruch, por su parte, afirmó que “podríamos refutar que el aprendizaje sofisticado sea imposible durante el sueño profundo”, ya que los resultados señalan una relación entre memoria y conciencia donde, Katharina Henke dijo: “En los próximos años habrá que investigar en qué medida y con qué consecuencias se puede utilizar el sueño profundo para adquirir nueva información”, sentencia.