El pastel de cierva, uno de los platos más famosos de la Región de Murcia, tiene un origen peculiar. Dos son las leyendas que giran en torno a los inicios de esta receta murciana.
En el post de hoy vamos a poner voz a esas dos leyendas. Puesto que carecemos de la respuesta acerca de cuál de los dos es la correcta, os las presentamos y quedará en vuestras manos elegir la que más os parezca que se ajusta más a la realidad. Lo que sí podemos afirmar sin temor a equivocarnos es en que el pastel de Cierva es un bocado exquisito. Y en eso coincidiremos todos.
Para empezar, ¿qué es el pastel de cierva?
Junto con el pastel de carne y hojaldre, el pastel de cierva es, probablemente, el más famoso de la región de Murcia. Se trata de una receta que combina de un modo muy particular y original el sabor dulce y salado.
Así, el pastel se compone de una masa de harina de trigo cocinada con manteca y huevo, un poco sazonada y muy azucarada; esta masa se rellena con carne de pollo cocida y huevo duro. La forma tradicional es circular, con un diámetro que mide entre 25 y 40 cm.
La contundencia y exquisitez de este plato están asegurados; además, puede servirse tanto frío como salado y su conservación es excelente.
Pastel de Cierva: Dos orígenes, dos leyendas
La primera de estas leyendas, de origen ruso, cuenta que, a inicios del siglo XIX, en las serenas aguas del Mar Menor, frente a San Javier, un barco ruso llevaba fondeando varios días. La tripulación a bordo del navío extranjero era totalmente desconocida para los alrededores.
Una vez en tierra, el cocinero del barco conoció a un pastelero de la zona mientras paseaba a lo largo del paseo costero al que entregó la receta de un pastel que, afirmó, saldría exquisito. Aquí da comienzo la historia del pastel de Cierva, pero…¿por qué se le dio ese nombre? Esta receta fue el plato principal de una comida para Juan de la Cierva y Peñafiel con el fin de que probara el exótico pastel. Juan quedó tan asombrado con el sabor inigualable de este pastel que afirmó que sería un enorme honor que llevara su nombre.
He aquí, pues, el origen de la primera leyenda. La segunda se acerca un poco a nuestras tierras; se trata de una leyenda alemana pero que cuenta con el mismo protagonista.
Nuestro buen Juan de la Cierva tenía una debilidad: era una receta que preparaban dos cocineras alemanas que trabajaban en la casa de los abuelos de su esposa, en Cartagena. Este plato era un pastel de origen alemán al que las dos cocineras denominaban como «real».
El pastel real era, pues, una debilidad para Juan de la Cierva que, siempre que regresaba a Murcia, aprovechaba para escaparse a Cartagena con el fin de degustar ese crujiente bocado salado y dulce a un tiempo. En aquellos tiempos, el entonces Ministro Don José Maestre, tenía una gran amistad con Juan de la Cierva. Un día lo invitó a su casa con el fin de sorprenderlo. Maestre envió a un confitero amigo suyo a la casa en la que trabajaban las cocineras alemanas de las que aprendió la receta del pastel real para satisfacer a Juan de la Cierva.
Así fue cómo el repostero de la confitería «La Peladilla» aprendió la popular receta que, en sus inicios, se cocinaba con una masa compuesta por una libra de manteca, otra de azúcar, una copa de vino blanco y dos huevos.
El pastel de Cierva ha buceado a través de las mareas del tiempo hasta nosotros y, sea cual sea el origen que lo preceda, no podemos nada más que dar gracias por poder degustar una receta tan suculenta y sabrosa.
